Por César Bedoya García //
Abordar el tema de la violencia y el poder en el contexto peruano, ha constituido y constituye un reto para las diferentes disciplinas académicas, dada su naturaleza compleja y el impacto que generan en las relaciones entre los miembros de la sociedad y las instituciones que la conforman. Desde hace un tiempo, el psicoanálisis y las ciencias sociales, han desarrollado un interesante contrapunto que no ha sido sencillo, pero cuyos resultados han sido fructíferos y aportan luces para entender estos dos fenómenos.
Luis Herrera Abad, psicoanalista y miembro titular de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis, acaba de publicar “Reflexiones psicoanalíticas sobre la violencia y el poder en el Perú”, libro que asume el reto de intentar razonar, desde la teoría y la práctica psicoanalítica, los complejos temas que configuran nuestra realidad social. Este aporte se suma al que antes hicieron autores de la misma corriente teórica, como Saúl Peña, abordando el tema de la corrupción en el Perú, Max Hernández y sus reflexiones sobre el mestizaje y la historia, y Jorge Bruce, echando luces sobre el racismo y el conflicto.
De cara a dilucidar la responsabilidad social del psicoanálisis, las preguntas que plantea el autor son: ¿Qué tiene que decir el psicoanálisis respecto a los momentos que vivimos histórica y socialmente en el Perú? ¿Cómo los peruanos nos representamos a nosotros mismos? ¿Qué sociedad esperamos? ¿Nuestra identidad individual no está acaso íntimamente ligada a nuestra auto-representación como nación? Para abordarlas, propone un diálogo sobre la violencia y el poder, a la luz de la relación entre la psique y la sociedad, considerando de antemano que estamos frente a la identidad fragmentada de un país pluriforme, pluriracial y pluricultural, en el que cada segmento se distancia de los demás y desarrolla estereotipos e imágenes deformadas del otro; donde la distancia incide en el desconocimiento, las relaciones suelen regirse por las leyes del dominio, y la violencia aparece como nexo.
La teoría construida por Freud y enriquecida por otros tantos autores posteriores a él, ha estado centrada en entender la configuración y funcionamiento de la psique humana, las pulsiones que la energizan, las condiciones íntimas que configuran su compleja filigrana; en aquello interno que la hace muchas veces insondable. La cultura y las circunstancias sociales, si bien son aspectos no menos importantes, juegan un rol singular y complejo de ponderar, respecto a las fantasías inconscientes, por ejemplo. La relación entre nuestro mundo interno y lo social no es mecánica. Sabemos que el psicoanálisis no ha buscado realizar afirmaciones rotundas, ni proponer leyes universales inmutables que puedan explicar algo en este campo de manera concluyente. Eso lo dejó claro el mismo Freud en sus aproximaciones a lo social en textos fundamentales como “Totem y tabú”, “El malestar en la civilización” y “Psicología de las masas y análisis del yo”.
El libro inicia con una entrada en la que el autor busca dilucidar la responsabilidad social del psicoanálisis, y luego, desarrolla su exploración en cinco secciones. En la primera, titulada “Psique, violencia y poder”, el autor aborda el tema del poder a través de las formulaciones conceptuales de Michel Foucault, aludiendo a esa multiplicidad de poderes (microfísica del poder, biopoder) que va más allá de lo instituido por lo gobernativo. El poder es una constelación de relaciones en la que entran en juego lo familiar, lo sexual, lo social, lo productivo. Aquí es donde el psicoanálisis busca razonar sobre los conflictos internos que configuran la psique humana y se entretejen, a su vez, con lo social. Dentro de ese todo social está la cultura: aquello externo donde existen las instituciones que permiten organizar las pulsiones y encaminarlas, de modo que, la civilización se desenvuelva como tal, con el costo que eso acarrea para el individuo. En medio de esta reflexión, queda claro que la instauración del poder es indispensable para la vida en común, ya que, sin él, no habría un orden que nos permitiera vivir compartiendo la realidad. Sin embargo, su rostro siniestro puede aparecer al darse una alianza con la crueldad.
En la segunda sección, titulada “Psique, sociedad e institución”, el autor reflexiona sobre cómo el individuo llega a ser humano cuando aprende a hablar, a escribir, a sentir y otras tantas cosas que la sociedad le enseña. Este aprendizaje no sería posible sin la existencia de las instituciones. Así como no es posible concebir una sociedad sin individuos, no es posible considerar lo contrario. Ésta es la premisa clave para adentrarse en la reflexión sobre la naturaleza y el alcance de las instituciones, y su rol en la configuración de una convivencia lo más saludable posible, donde el impulso, la agresión instituyente, tiene cauces que canalizan su energía orientándola a construir en vez de destruir; crear vida en vez de aniquilarla. El reto abierto en el Perú es responder cómo la institucionalidad pude lograr desplegarse de tal modo que acoja a los ciudadanos, les brinde confianza y generé ese ambiente facilitador que provea de vida creativa y solidaria, es decir, cómo este entramado institucional (contenedor de las pulsiones) puede nutrir nuestra vida democrática en vez de empobrecerla.
La tercera sección aborda el tema de la violencia, el poder y el dolor psíquico en la vida y obra de José María Arguedas. Auscultando la trayectoria de este creador, el autor nos invita a pensar ese Perú retratado en cuentos y novelas: rico en luchas, conflictos y traumas, prolífico en padres buenos y malos, y en identidades siempre en trámite, donde el individuo expresa lo social mediante la urdiembre de palabras; a través de la belleza creadora. Ahí están patentes nuestro miedos y fantasías, cada una cumpliendo su rol: la realidad y su natural incertidumbre y la utopía como refugio optimista que nos permite imaginar un mundo en paz, sin problemas, previsible y seguro, donde podemos desplegar esa nuestra capacidad de pensar y, en consecuencia, de crear. Pero las utopías también pueden ser siniestras, destructivas. Un punto interesante en este acápite, tiene que ver con el acto creativo, como proceso reparador, del cual unas veces se puede salir airoso, y otras, no.
La cuarta sección está dedicada a reflexionar sobre el fenómeno de Sendero Luminoso; la violencia como camino al poder, mientras que la última sección tiene como título, “Buscando una reparación”. En todas las aproximaciones, el autor se vale de un interesante enhebrado conceptual que va desde los clásicos teóricos del psicoanálisis hasta los denominados post-freudianos para iluminar cada tema en cuestión. En este punto, El autor intenta pensar a Sendero Luminoso como el agente portador de una contra-utopía, que, para ganar la felicidad, siembra primero la muerte; ese fenómeno que, en un punto de la historia del Perú, quebró una realidad para intentar instalar otra, y desveló corrientes internas de una sociedad de víctimas y victimarios, donde las instituciones perdieron su capacidad de contención, y lo que puede resultar peor, se identificaron con el enemigo. Este es un proceso histórico doloroso que sigue pendiente de reparación, que es preciso recordar de manera elaborativa para aprender, quedando abierta la pregunta de si, a pesar de nuestros defectos y dificultades para ser nación, o un Estado de Derecho, en algún momento podremos sentirnos integrados, tomando conciencia de quiénes somos interna y externamente.
Sin duda, es un aporte creativo y constructivo el que nos ofrece el autor; una aventura del conocimiento que nos pone frente a conceptos y modos de aproximarse a temas complejos, como la violencia y el poder en el Perú, en el que el acento no está centrado en las estructuras; en lo social, como fenómeno concreto que determina, sino, en esa complicada alteridad en la que el individuo se configura como tal; en esa interface primordial; en ese juego complejo que expande, y a su vez, reprime; que, como aludía Freud, es medicina, pero también, veneno. Bien lo dice Luis Herrera, en un párrafo memorable: “el psicoanálisis proporciona una historia del ser humano concreto dentro de la historia general, común a todos los seres humanos”.
Lima, abril de 2018.