Escrito por: César Bedoya G.
En esta breve nota quiero plantear una reflexión abierta sobre el lugar de enunciación desde el que se plantea la apuesta por el diálogo y la escucha. Sabemos que esto es una necesidad perentoria para restituir la urdiembre social que en nuestro país viene debilitándose día a día. La expresión más visible de ello es el ambiente de polarización y la desafección que, desde dentro del escenario político oficial, sienten los ciudadanos al no ser reconocidas sus demandas siendo más bien cuestionadas y desvirtuadas. En este escenario irrumpe una acción soberana popular que abre una arena de acción y confrontación política extrainstitucional, que impacta contra la estructura de la política formal; una contrahegemonía que irrumpe, moviliza, logra articular un poder de veto que defiende lo básico de la democracia[1], pero que no llega a tender puentes, ha generar un espacio de diálogo y negociación política amplia.
Las ideas desarrolladas en esta nota derivan de estar cerca a la iniciativa denominada Coalición Ciudadana (CC). Lanzada en julio del 2022, que apostó inicialmente a impulsar una agenda ciudadana, a través de espacios de diálogo macrorregionales apuntando a desarrollar una propuesta de reformas políticas y electorales y adelanto de elecciones. Si bien se avanzó en su elaboración, estas quedaron pendientes debido al escenario configurado a partir del fallido golpe de estado del entonces presidente Castillo.
En este nuevo contexto del estallido social, a inicios del año 2023, la CC decidió, promover diálogos sobre la conflictividad y crisis política. Con apoyo de la ONU fue constituido un espacio plural autodenominado “Espacio de Coordinación”, desde donde impulsaron diálogos con una diversidad de actores como la Asociación Civil Transparencia, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), el Consejo Interreligioso, el Acuerdo Nacional, Resucita Perú, la Defensoría del Pueblo, La Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro), la Mesa de Concertación para la lucha contra la pobreza (MCLCP), la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS), la Cámara de Comercio de Lima, Propuesta Ciudadana, Instituto Pro Democracia, el Consorcio de Universidades Privadas, la Asociación de Universidades Nacionales del Perú (AUNAP) y la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR) entre otros. En este espacio de Coordinación se practicó el diálogo multiactor y plural, es aquí donde maduró la idea de los encuentros de escucha y diálogo considerando: (I) el énfasis debía estar en la escucha dado que el diálogo había sido desprestigiado. (ii) debía partir de las propias regiones. (III) debía ser multiactor dada las desconfianzas (iv) debía abonar a generar las condiciones para un genuino diálogo en el país por la democracia y una paz con justicia.
A partir de estos diálogos, conscientes de que no hay condiciones para avanzar hacia un diálogo político y ciudadano de mayor alcance, sobre la base de una ruta estratégica inicialmente propuesta y de las voluntades de acción colaborativa consensuadas, tomó forma una primera experiencia de encuentros de escucha y diálogos regionales, contando para esto con la iniciativa del Grupo Impulsor de Arequipa (Labor, Desco Sur, MCLCP, Defensoría, red de colegios profesionales, Cámara de Comercio, UNAS), como actor regional protagonista. La Coalición Ciudadana acompañó el proceso técnica y estratégicamente, a través de la asociación civil ProDiálogo y la Red Colaborativa de Diálogo y Construcción de Paz.
La orientación de esta apuesta puso su acento, para iniciar el proceso, en fortalecer actores y espacios promotores de diálogos entre activistas de sociedad civil con capacidades e intenciones de construcción de paz y transformación de conflicto; organizar e implementar tres procesos regionales de encuentros de escucha regionales, espacios de reconocimiento y escucha profunda y restaurativa desde los territorios; idear e implementar iniciativas de espacios de dialogo, fortalecimiento ciudadano y consenso democrático fruto de los resultados de los encuentros de escucha en las mismas regiones; realizar incidencia sobre diálogos políticos entre tomadores de decisión o alta influencia a nivel nacional.
Tomando en cuenta esta experiencia, en pleno desenvolvimiento, me parece interesante indagar sobre el lugar desde donde se enuncia la necesidad de dialogar/escuchar y de involucrarse comprometidamente en dicho proceso, como un paso previo a establecer los objetivos o la apuesta por dialogar/escuchar. El concepto de “lugar de la enunciación” nos remite al contexto histórico, con todas sus cargas y densidades, al conjunto de determinantes sociales que estructuran la condición del sujeto o sujetos enunciantes. Aquí entra a operar el inter juego entre la historia y posición de los actores[2]: La formulación simbólica desde dónde se entenderá el diálogo/escucha desde cada uno de ellos y la manera de insertarse en él. Esta elaboración sobre el lugar de la enunciación tiene mucho que ver con hacer consciencia del lugar desde donde los involucrados enuncian su representación mental del hecho (simbolizan-conceptualizan el diálogo/escucha) y el compromiso con la tarea (participación, acción).
Consideramos que el circuito del proceso no se agota en hacer consciencia de la aceptación de la importancia del diálogo/escucha, de sus objetivos y de su apuesta ética. Pensamos que el delineamiento de dicho circuito parte por el reconocimiento (hacer consciencia) de la “historia y posición”, de su biografía y contexto que subyace en cada uno de los actores involucrados, de sus momentos fundantes como sujetos sociales, de sus filias y sus fobias; además de las necesidades e intereses que los movilizan. ¿Desde dónde escuchamos? ¿Desde dónde dialogamos? Serían las preguntas preliminares necesarias para cimentar la alianza con el proceso, es un paso antelado respecto a los objetivos o metas que se buscan lograr a través de él (diálogo). La “actitud de escucha” fundamental en el devenir del proceso dialógico, debe partir entonces de la premisa que los actores involucrados asuman que no siempre tendrán la razón, que deben estar abiertos a las razones de los otros a tener que abandonar sus puntos de vista cuando sea necesario en aras de que el diálogo fluya[3]. Dicho ejercicio, pensamos, deviene no solo en el sentido prospectivo que adquiere el proceso dialógico (lo que esperamos de él), sino desde el real compromiso de conocer y reconocer el lugar desde donde se enuncia el involucramiento con dicha tarea. Es un hacer consciente de lo que ya somos conscientes y también de lo que no somos conscientes, es un desvelar la historia y posición del sujeto comprometido. Es considerar su aquí y ahora sin soslayar lo histórico y contextual que lo constituyó como sujeto.
Observando un momento del programa de formación de facilitadores tenemos el de la Dinámica de expresión afirmativa, donde uno de los integrantes del “panel de escuchas” hace una breve alocución a la importancia de escuchar e invita a los asistentes a hacer uso de la palabra en base de algunas preguntas como: Desde su experiencia, ¿cuál son las principales señales que muestra la crisis política en el Perú? ¿Cuáles son sus sentimientos predominantes y los de su entorno respecto de la actual crisis política y el futuro del Perú? ¿Cómo imagina sería un futuro diferente y compartido entre todos los peruanos? ¿Cuáles son las propuestas más interesantes que han escuchado o leído para salir de esta crisis y encaminarnos al futuro? ¿Qué compromisos asumirán sus organizaciones en relación a la alternativa que considera más viable? Me parece que es durante este trabajo que podría abrirse la elaboración para dar con el lugar de la enunciación, desde donde cada actor busca comprometerse con el proceso, en este caso como facilitadores del diálogo. Sería el momento para abrir una escisión en la tarea racional, para dar paso a un conocimiento/reconocimiento más profundo de los elementos movilizadores que, desde su historia y posición, alternan para decidir su alianza con la tarea: ¿Me moviliza la angustia frente a la incertidumbre? ¿me moviliza la rabia frente a la indefensión? ¿me moviliza algún afán de retaliación? ¿Es mi disposición dialogante una acción sublimada de una pulsión de control y sumisión? ¿Qué de mi biografía personal está inscrita en estos elementos movilizadores? Buscar las respuestas a estas y otras preguntas que diluciden el lugar de enunciación, puede llevar al sujeto a comprender mejor su alianza y compromiso con la tarea y también pueden incidir en la manera cómo comprenderá, desde la escucha, lo que sea desplegado durante el proceso dialógico. Comprensión, asumida como una acción creativa de construir un ámbito compartido, un territorio común de creencias, significados, deseos, valores y objetos de la realidad[4].
Para cerrar provisionalmente esta reflexión dejo la intensión de seguir pensando en torno a todo aquello que nos involucra en los procesos de diálogo, que buscan fortalecer confianza, contribuir a construir la paz, a fortalecer el lazo social, la convivencia democrática. Identificar nuestro lugar de enunciación nos puede llevar también a identificar qué procesos estamos sublimando al comprometernos con la tarea dialógica, entendiendo la sublimación[5] como el proceso de poner la actividad pulsional al servicio de lo creativo, de la construcción.
[1] Ilizarbe, Carmen (2022) “La democracia y la calle. Protestas y contrahegemonía en el Perú”. Lima. IEP.
[2] Vich, Víctor (2002) “El caníbal es el Otro. Violencia y cultura en el Perú contemporáneo”. Lima.IEP.
[3] Monteagudo, Cecilia & Tubino, Fidel (2009) “Hermenéutica en diálogo. Ensayos sobre alteridad, lenguaje e interculturalidad”. Lima. PUCP.
[4] Quintanilla, Pablo (2019) “La comprensión del Otro. Explicación, interpretación y racionalidad”. Lima. PUCP.
[5] Roudinesco, E & Plon, Michell (1999) “Diccionario de psicoanálisis”. BsAs. Paidos Ibérica.