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Una semblanza personal de Baltaco

Escrito por: César Bedoya G.

A Baltaco lo conocí subiendo unas escaleras. A boca de jarro me preguntó si ya había acabado con mis volcanes. Se refería a que, por esas fechas, yo estaba de asistente de investigación en un estudio sobre los impactos sociales de la actividad volcánica en América Latina.  Era finales de los ochenta en un convulso Perú atenazado por sus recurrentes múltiples crisis y la cruenta presencia de Sendero Luminoso. Y, en efecto, ya estaba finalizando mi presencia en aquella experiencia de sociología volcánica y justo Baltaco, cerraba una sobre la descentralización en el Perú, gracias a una Beca de la Fundación Bustamante, y andaba por iniciar otra ampliando el tema, con la Fundación Friedrich Ebert. Cruzarme con él en esa escalera dio inicio a una nuestra relación profesional y amical de largo tiempo.

La descentralización política, centrada en básicamente lo administrativo e institucional no iría a ningún sitio si lo económico no era considerado a cabalidad, más aún si no se identificaban “polos de desarrollo” que generasen los arrastres necesarios para que los territorios adyacentes menos desarrollados se sumen en una especie de círculo virtuoso. Esa era la propuesta que Baltaco defendía en el estudio con la Ebert. Había que identificar qué “polos de desarrollo” a lo largo y ancho del Perú, podían jugar ese papel. En eso anduvimos por casi dos años. Los resultados vieron la luz en un librito llamado “Estrategia descentralista”. En este punto, cabe considerar que Baltaco venía de haber estudiado a las “burguesías regionales” con la idea que, más allá de destruirlas, como dictaba cierto marxismo intransigente, había que conocerlas en sus particulares circunstancias para luego saber cómo podrían sumarse como motor de cambio social. Una aproximación bastante heterodoxa para los momentos que corrían.

Lo siguiente que vendría sería entrar de lleno a un tema más técnico que intelectual, hacer seguimiento, monitoreo y evaluación de una cartera de proyectos de desarrollo, financiados por la agencia estadounidense. A Baltaco le tocó hacerse de esa responsabilidad y había que armar y liderar un equipo ad hoc para este trabajo. Esa sería la semilla de SASE, que poco a poco fue creciendo y que se convirtió luego en toda una institución de investigación y consultoría en la que alternarían Fernando, el abanderado de las PYMES y el cambio tecnológico; Ricardo, que como su hijo lo dice, es el único marxista de derecha que existe en el planeta; Katherine, pionera del tema de las microfinanzas; Armando, cuyo conocimiento de la teoría del valor y acumulación era verdaderamente enciclopédica; Eudocio, un experto en formulaciones increíbles para explicar cualquier dimensión de la realidad. Muchas más personas pasaron por allí, pero ese era el “núcleo duro”. Si algo caracterizaba a esa singular troupé fue un sentido del humor llevado al paroxismo. Viñeta 1: Para hacer el seguimiento de los proyectos de desarrollo nos tocó viajar a la sierra central (días cruentos del conflicto armado interno). El mandato era no moverse de la ciudad porque las condiciones de riesgo eran muy altas, no podíamos visitar las comunidades, pero lo hicimos. Cuando regresamos a Lima, tocó explicar tamaña irresponsabilidad. Baltaco nos citó a su oficina para escuchar nuestros descargos. Eudocio los dio con la seriedad y parsimonia que lo caracterizaba: la noche anterior había soñado que no nos pasaría nada. El semblante de furia que tenía Baltaco fue encendiéndose y en vez de hacernos sujetos de su furia desatada, no pudo contener la carcajada y citó a los demás del equipo para que todos escucharan la oníricamente fundamentada explicación de Eudocio. Viñeta 2: Cada uno concentrado en su trabajo, documentando un caso o generando un informe y de pronto sonaba el teléfono interno y una voz, que era ni más ni menos la de Don Vito Corleone, citaba a una reunión de urgencia, todo el mundo se miraba y no entendía nada: Era Baltaco convocando a que nos juntemos de urgencia. No se qué tan conocida era esa su faceta de imitador, pero lo era y muy profesional. Viñeta 3: Baltaco sufría de migrañas súbitas, pero si había que resolver algo de urgencia o ameritaba cierta importancia, entonces uno podía sumergirse en una experiencia surreal que consistía en entrar a su oficina, que estaba totalmente a oscuras, él echado en el suelo con un antifaz de esos que se usan para dormir, y entonces tocaba hablar o casi susurrar el tema que había que resolver con él. Viñeta 4: Los representantes de la agencia estadounidense nos visitaban cada cierto tiempo. Una vez coincidió con el cumpleaños de alguien del equipo. Baltaco y Armando, asumieron que los amigos gringos ya se habían ido e irrumpieron de pronto en la sala de reuniones torta en mano y cantando a voz en cuello la Internacional socialista, sin percatarse que aún no habíamos iniciado la celebración de cumpleaños, sino que era la reunión donde estaban los representantes de la fundación y un grupo de donatarios.

Años de gozar de las “reuniones de aprendizaje” en donde uno podía enterarse que era posible desplegar el arsenal teórico marxista para promover el capitalismo local: no había desarrollo sin mercado; no era posible avanzar hacia generar condiciones habilitantes en todo el territorio nacional, había que pensar más bien en ciudades intermedias que generasen eslabonamientos virtuosos; el sector privado podía y debía jugar un rol en los procesos de desarrollo local (el germen de lo que vendría a ser la idea de la responsabilidad social empresarial); había que identificar bien los sistemas y las energías que los atravesaban para impulsar el cambio social. Economía, sociología, historia, psicoanálisis, física cuántica, todos los enfoques y aproximaciones valían para pensar el país, el desarrollo.

Pienso en este instante que el duelo es necesario. Pienso también que recordar con alegría y cariño hace muy bien. Como casi todo en la vida, el azar hace lo suyo. A mi me tocó cruzarme con Baltaco en esa escalera, ese día, ese momento y lo derivado de eso fue una historia que la siento cercana, presente y bonita.

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