La gran expectativa que generó la puesta en marcha de la Comisión Especial para Investigar y Analizar los sucesos de Bagua creada el 7 de setiembre pasado ha dado paso a una atmósfera de tensa frustración actualmente. Se esperaba que la Comisión formada bajo el consenso del Grupo Nacional de Coordinacion para el Desarrollo de los Pueblos Amazónicos (Mesa Amazónica) se convierta en un elemento esencial para reconstruir las relaciones entre los pueblos amazónicos, el Estado y el país en general. La situación actual, sin embargo es sombría. El informe final ―entregado el 21 de diciembre del 2009― ha sido aprobado por cuatro de sus integrantes, propiciado un voto singular de un quinto y el cuestionamiento al documento, y consecuente no suscripción del mismo, de dos de sus integrantes, uno de ello el Presidente de la Comisión Investigadora.
Para enrarecer más el ambiente, esta situación ha producido discusiones entre sus integrantes ante lo medios de comunicación y reforzado la sensación de polarización que de alguna manera se había distendido a partir del trabajo, que con sus idas y venidas, venía realizando la Mesa Amazónica, de la cual forma parte la Comisión.
Nos preocupa, una vez más, en este contexto cómo queda parado el diálogo. Resulta paradójico encontrar en el informe de la Comisión que la falta o inadecuado manejo del diálogo haya sido señalado como una de las causas que haya propiciado la movilización de las poblaciones y organizaciones amazónicas durante el 2009 al igual que una de las razones que propiciaron los luctuosos sucesos del 5 de junio en la curva del diablo, y que a su vez sea ésta la misma razón que ha llevado a que la Comisión Investigadora concluya sus labores en un evidente disenso.
Todos sus integrantes concluyen en que la Comisión tenía por objeto “determinar las causas y consecuencias de orden sociocultural, económico, político y religiosos, que dieron origen a los sucesos del 5 de junio de 2009, en la provincia de Bagua, con fines de reconciliación” según se acordó en la reunión de la Mesa Amazónica el 2 de setiembre del 2009 y tal cual fue formalizada en la RM 0664-2009-MINAG. Adicionalmente, como indica el informe final en la parte relacionada a la metodología (pág. 5 y ss.), la Comisión fijó un conjunto de principios que guiarían su actuación ― independencia, veracidad y pluralismo― y compromisos como no actuar bajo mandato imperativo, promover la reconciliación entre los actores implicados, no asumir facultades jurisdcionales, no interferiri con las investiagciones del sistema de justicia y respetar la confidencialidad de los entrevistados.
Todos estos compromisos y principios, tan amplios y de múltiples significados, debieron configurar una agenda de diálogo inicial que dé paso a la construccion de un marco metodológico de principios que evite o reduzca la ambiguedad y oriente permanentemente el accionar de sus integrantes. Es evidente que la comprensión de la finalidad perseguida por la Comisión, los compormisos y los principios acordados fueron entendidos de maneras diferentes y que se requirió mayor discusión en torno a estos temas.
El que se filtre un documento preliminar del informe de la Comisión a inicios de diciembre del pasado año y cree un ambiente enrarecido en torno al futuro informe final de la Comisión se constituía en su momento en un indicador de que aún no se habían creado las mejores condiciones para que todos sus integrantes se sintieran seguros del trabajo que venian realizando. En este contexto lo ideal hubiera sido invertir mayor tiempo para construir mejores condiciones para el trabajo de todos sus integrantes.
Es muy sencillo hablar en un contexto ex post; sin embargo, en este tipo de procesos donde diversos representantes buscan acercarse a la verdad ―lo cual siempre es sumamente complejo―y en el cual el resultado de la gestión va a impactar crucialmente a diversos actores y procesos socio-políticos, resulta esencial pactar que los acuerdos en torno al informe final solo se suscriben bajo la unanimidad o consenso total. No debe haber espacio para votos singulares, para acuerdos por mayoría o peor aún para votos en contra. Este mecanismo es posible si no existen fechas límite y más bien voluntad de crear el consenso por unanimidad. Metafóricamente hablando, sería como que los integrantes de la Comisión acepten ser encerrados bajo siete llaves en la sala de trabajo bajo la orden que no permitan su salida hasta que no tengan el informe final consensuado por todos ellos.
¿Qué hacer? Una vez más habrá que recurrrir al diálogo, tan incomprendido y maltratado últimamente, para que en la próxima reunión de los integrantes de la Mesa Amazónica se evalúe el informe final y se busque creativamente una solución a este impase. Quizás la metáfora pueda recrearse de alguna manera.
Finalmente, nos ratificamos en una idea compartida anteriormente en la que afirmamos que el Gobierno Nacional y el Estado Peruano están ante una histórica oportunidad que se convertiría en el punto de quiebre para reconstruir las relaciones entre los pueblos amazónicos y el Estado Peruano, una relación que históricamente ha estado caracterizada por la invisibilización, el desconocimiento y el abandono. Es a su vez una gran oportunidad para construir una propuesta participativa y conjunta bajo enfoques de desarrollo sostenible e interculturalidad que debería convertirse en un referente para la región. Nos brinda también la oportunidad para demostrar que el diálogo bien encaminado sí funciona revirtiendo el desprestigio que viene afectándolo últimamente. Y sobre todo es una gran oportunidad para convertirnos en nación, de dejar de lado las barreras y las diferencias que nos separan, de reconocer lo importante de la alteridad y de reconciliarnos entre nosotros mismos.